Grifaldo Toledo, Jorge

viernes, 5 de febrero de 2016

Poema de viernes (a través de Mª Pilar Couceiro)

Acercándose el 14 de febrero, Piluka nos envía un poema dedicado a la figura de Don Juan... aunque un Don Juan en los infiernos...


Los simbolistas franceses fueron vector para las corrientes poéticas vanguardistas del siglo XX,
y el uso del símbolo incluía la recurrencia a personajes que habían adquirido la categoría de mito.
El punto argumental de este poema parte del Don Juan de Molière, quien a su vez, heredaba
motivos del español Tirso de Molina, dos siglos antes que el Tenorio de Zorrilla.   



"Don Juan en el infierno", de Carlos Schwaber
  
Cuando don Juan bajaba a las aguas ocultas,
tras de dar a Caronte la obligada moneda,
un mendigo sombrío de mirada orgullosa,
vengativo y potente, empuñó los dos remos.

Entreabierto el vestido y mostrando sus pechos,
se agitaban mujeres bajo el cielo nocturno;
y al igual que un rebaño, que aceptara la muerte,
lo seguían reptando, con un largo mugido.

Esganarell, riendo, le exigía su paga,
y entretanto, don Luis, con un dedo convulso,
señalaba a los muertos que vagaban en torno
a aquel hijo rebelde, que insultara sus canas.

Temblorosa y de luto, casta y grácil Elvira,
junto al pérfido esposo, que también fue su amante,
parecía exigirle la suprema sonrisa
que tuviera lo dulce del primer juramento.

Empotrado en el hierro, un gigante de piedra
al timón, iba hendiendo la negruzca laguna;
pero el héroe, impasible, apoyado en su acero,
contemplaba la estela, sin dignarse ver nada.
  
Charles Baudelaire (París, 1821-París, 1867), Don Juan en los infiernos



Quand Don Juan descendit vers l'onde souterraine
Et lorsqu'il eut donné son obole à Charon,
Un sombre mendiant, l'oeil fier comme Antisthène,
D'un bras vengeur et fort saisit chaque aviron.

Montrant leurs seins pendants et leurs robes ouvertes,
Des femmes se tordaient sous le noir firmament,
Et, comme un grand troupeau de victimes offertes,
Derrière lui traînaient un long mugissement.

Sganarelle en riant lui réclamait ses gages,
Tandis que Don Luis avec un doigt tremblant
Montrait à tous les morts errant sur les rivages
Le fils audacieux qui railla son front blanc.

Frissonnant sous son deuil, la chaste et maigre Elvire,
Près de l'époux perfide et qui fut son amant,
Semblait lui réclamer un suprême sourire
Où brillât la douceur de son premier serment.

Tout droit dans son armure, un grand homme de pierre
Se tenait à la barre et coupait le flot noir,
Mais le calme héros, courbé sur sa rapière,
Regardait le sillage et ne daignait rien voir.

  Charles Baudelaire (Paris, 1821-Paris, 1867), Don Juan aux enfers


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