Grifaldo Toledo, Jorge

viernes, 28 de junio de 2013

Poema de Viernes (a través de Mª Pilar Couceiro)

Este viernes comparto el último poema que Piluka nos manda por esta temporada, incluyendo la bonita dedicatoria que nos ha enviado a los 132 "poemavierneros" que tenemos el placer de recibir en nuestro correo sus poemas. Y os pongo la dedicatoria, porque también es para vosotros, los que leéis y seguís este apartado del blog...

Piluka vuelve en septiembre a enviarnos nuevas entregas de estupendos poetas, pero yo iré rescatando algún envío antiguo que no haya compartido con vosotros y os los iré dejando por aquí...




Queridos 132:
Poemas de Viernes se despide hasta septiembre.
Los Cuentos de la Luna Llena seguirán llegando puntualmente.
Quiero daros las gracias por saber que estáis ahí, al otro lado
de la pantalla, y a los que tanto me ayudáis con vuestros
comentarios, sugerencias, alabanzas y/o disconformidades,
especialmente a José Luis, Antoñito, Ángela, Dona, Mariví,
Fermín, Helena, Lola y Julia. 
Muy feliz verano a todos y un abrazo.
Sobre el acorde inmenso de la tierra,
nos hemos emplazado como cómplices
para amar esta noche a otro cuerpo distinto,
para decir un nombre diferente
mientras besos y vino se van entrelazando
por las urdimbres de la madrugada.

La piel, estremecida,
tendrá otro terciopelo al acudir el vórtice nocturno;
la voz, descoyuntada,
llenará con su grito oídos ignorados,
ajenos a ese nodo de silencio,
acotación de espacio compartido.

Amor como ficción, sin la antigua sustancia,
entre caricias hábiles de atracción y rechazo,
mientras permanecemos
para intentar el punto de lo inmóvil
y quedarnos intactos
al último temblor de cada noche.

Perdido en ese cuerpo generoso,
nuestro cuerpo intuido se trasluce
por rincones ocultos,
un reino de ficciones, nuestro universo vivo,
rodeando los núcleos del último contacto
todavía habitante de nuestra trayectoria.

Tal vez, sólo actuamos como células muertas
y hay una pestilencia de recuerdos gastados
en la coraza del escepticismo, pero somos impulso
si el capricho de nuestros electrones
se levanta con fuerza recobrada
del jirón fastidioso de la muerte.

Y, como consecuencia, nada importa: la nuestra
es una posesión salvaje, ilimitada, ronca,
más allá de otros cuerpos y otros nombres,
más allá, incluso, de nosotros mismos.


María del Pilar Couceiro


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